Los vikingos by Paddy Griffith

Los vikingos by Paddy Griffith

autor:Paddy Griffith [Griffith, Paddy]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1994-12-31T16:00:00+00:00


Pero, por supuesto, por encima de todo los vikingos eran guerreros anfibios, de modo que quizá hemos de considerar sus operaciones principalmente desde el punto de vista de la guerra naval. Para ello tomaremos como referencia el estudio clásico publicado por Julian Corbett en 1911 Some Principles of Maritime Strategy [Principios de estrategia naval]. En este texto se establece una distinción esencial entre «ganar el mando» y «ejercer el mando» en el mar una vez uno ha vencido. En términos del siglo XIX, «ganar el mando» significaba la destrucción de la principal flota de combate del enemigo mediante el uso de la propia, usualmente en un gran choque del tipo Trafalgar. «Ejercer el mando», por contraste, suponía explotar las ventajas que la superioridad en el mar otorgaba, tanto desde un punto de vista defensivo (proteger la patria y las colonias de una invasión; controlar el comercio…) como ofensivo (invadir los territorios enemigos; destruir lo que quedaba de su flota de guerra y capturar sus buques mercantes…). Nótese que incluso si el enemigo no ofrecía resistencia tras su derrota en una acción naval decisiva, para «ejercer el mando» el vencedor debía mantener todavía una actividad marítima de muy alto nivel.

De todos modos, de acuerdo con Corbett, fue excepcional que una flota ganase por completo el dominio del mar. Incluso después de Trafalgar tuvieron lugar otros diez años de choques navales, algunos de ellos bastante dramáticos, entre Gran Bretaña y los aliados de Napoleón. Por ello entraba a considerar un tercer estado, «mando en disputa», aquel en el que el bando derrotado había perdido el control del mar pero rechazaba someterse y capitular. En una situación tal, podía aún complicar la vida al vencedor de muchas maneras diferentes. Si acantonaba una «flota en espera» en un puerto protegido obligaba a que su oponente la bloquease o, al menos, a que en el siguiente balance presupuestario destinase una partida para la construcción de una contrafuerza superior capaz de mantenerse alerta en sus propios puertos. Otra posibilidad era hostigar el comercio del vencedor mediante corsarios, al modo de una guerrilla náutica y de ese modo forzar el envío de protección adicional para los mercantes. O reforzar sus defensas costeras, aumentando al máximo las dificultades ante una supuesta invasión. En otras palabras, perder el control del mar no era, en absoluto, lo mismo que perder la guerra. Corbett asumía (al contrario que la ortodoxia imperante en sus días, partidaria de las «grandes batallas») que el mejor movimiento de una armada en situación de inferioridad consistía en evitar una batalla decisiva desde el principio y aceptar el papel de «contendiente», en lugar de seguir los cánones y envolverse en una dinámica de confrontación general entre flotas principales en la que tenía todas las de perder. La flota francesa habría causado más problemas a los británicos entre los años 1806-1815 si aún hubiese sido capaz de desplegar todos los buques que perdió en Trafalgar.

Si trasladamos este marco de análisis del siglo XIX a la «Edad de los vikingos», constataremos que muchos de sus postulados se adaptan a la perfección.



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